Tenías razón...ha vuelto...

Tras muchas visitas algunas con éxito y la mayoría sin volver a verla, la adivina finalmente había acertado a pesar de la desesperación que a veces embargaba a Ezequiel. Por fin Abel había aparecido, aunque lleno de tanto odio que le dolía y le hacía ver todos sus errores con tan solo mirarlo a los ojos.El ángel había estado a punto de morir unas cuantas veces, pero su cuerpo parecía fuerte y lograba aguantar su exposición prolongada al frío.

Ezequiel siempre había elegido el frío por ser una muerte más dulce y llevadera, no causaba dolor y la hipotermia lo endormía poco a poco. Podía prepararse un veneno y listo, pero no le agradaba esa forma de morir, la última vez que lo había intentado el frío causó el efecto inverso y ralentizó los efectos del veneno en su organismo. Después del dolor de cabeza y los mareos estuvo varios días con el estomago revuelto. En fin, un pequeño fallo técnico del que prefería no dar detalles.

Se acercó con pasos lentos hasta el centro de la sala y un olor a incienso inundó sus sentidos, era como una droga que circulaba libremente por el aire y relajaba los espíritus más inquietos. Cerró los ojos y juntó las manos , inclinándose ligeramente mientras parecía rezar en susurros, seguramente agradeciéndole a la adivina de Hell haber atendido las suplicas de un ángel. Normalmente los demonios eran más favorecidos en aquel lugar. La magia esotérica y de adivinación estaba mancillada por las lenguas de Heaven, pero Ezequiel parecía apreciar los poderes de ambas razas y valorar sus ventajas e inconvenientes, realmente las distinciones era algo que tan solo a veces fingía creer. Era sencillo mantener a raya ciertas mentalidades nobles, era cuestion de darles las razon en todo.

Vió como pasaba frente a él completamente ensimismado, tanto que ni cuenta se dió de la mirada avellana sobre su persona. Ezequiel giró hacia donde el peliplata se dirigía y lo observó contrariado, esperaba volver a verlo pero no tan pronto, las vueltas que daba la vida. Buscándolo siempre sin parar y ahora que no lo buscaba aparecía ante él como capricho del destino...¿o lo había provocado la adivina?. Seguramente estaba tan cansada de las visitas de Ezequiel que ella misma indagó en sus recuerdos para buscar al ajeno y que le dejara de preguntar tan seguido.

-Esos recuerdos son tuyos...esa persona de la que quieres huír en realidad eres tu mismo...que ahora tengas otra vida no significa que esos recuerdos no te hagan cosnciente de la anterior.

A diferencia de Abel, Ezequiel se había aceptado a sí mismo, valiente o cobarde por una maldita vez en su vida no lo sabía, pero aceptarse implicaba saber quien había sido en realidad. Eso no era ningún error, pero era justo lo que le empujaba a suicidarse. Curioso, si muy curioso en cambio en el lado contrario estaba Abel rehuyendo de su pasado y de aquellos recuerdos, de aquel sufrimiento, al parecer negándolo siempre que podía o eso le dió a entender al ángel. No lo podía culpar por desear otra cosa y como siempre, se autoculpaba. La tristeza lo invadía de nuevo y la melancolía se escuchaba en su voz.

-No puedo entender...por que tengo que verte así...

Seguramente me perdonarías más facilmente si estuviera muerto...

Era estúpido, no recordaba que los demonios podían acceder a los pensamientos si de alguna forma el ángel le permitía sincronizarse. Ezequiel lo recordó demasiado tarde, ¿para que demonios servían sus poderes de protección si ni siquiera era capaz de recordar que los tenía?.

Lo observó incrédulo, estudiando los extraños tambaleos del mayor que casi no le dejaron responder al ver como se apoyaba de nuevo en la pared como si le costara sostenerse por sí mismo.

-Pensaba hacer mi última visita a la adivina de Hell...-masculló ligeramente preocupado por el demonio. Se acercó un poco más a él vigilando sus movimientos y alarmado al ver como hundía su cabeza en el agua.-pero creo que mejor no...

Si fuera un malestar tan solo trataría de descansar y dejar pasar un poco de tiempo, pero lo que se le hacía extraño a Ezequiel era el afán del demonio por ocultarse a sus ojos. Si quería ocultar su malestar le estaba dando mayores motivos para preocuparse y el ángel todavía estaba asimilando su comportamiento.

-¿Se puede saber que pretendes?...-sus manos se mojaron al levantar a Kaín para que lo viera fijamente a los ojos , parecía algo enojado.-Tsk...no tienes mal aliento ,no estás borracho...¿que te ha puesto así?

Los mechones mojados en el rostro de Kaín no le dejaban ver demasiado sus ojos, intentando retirarle unos cuantos, sobre todo por que notaba algo rojizo en ellos.

-Tienes razón, soy un cotilla...

Mencionó con ironía, al parecer Ezequiel era orgulloso y a pesar de deberle mil devociones a Kaín su orgullo tardaría en rebajarse, pero a medida que buscase la forma de ser perdonado se iría dando cuenta a lo que se enfrentaba. Nada menos un asesino de varios que necesita ser perdonado por la persona más influyente en su vida, la única persona.

Cerró los puños observándolos detenidamente ahora goteantes por el agua, tomando una buena bocanada de aire para intentar tranquilizarse. Era Abel y Caín, combinar dos forma de pensar no debía resultarle nada fácil al otro atribuyendo aquel golpe al borde de la tina con su conflicto interno.

El escucharlo alzó su mirada avellana sobre la grisacea, según como el daba la luz Cain parecía adoptar otro tono de ojos y le daba la impresión de que le destacaban por algo más.

-Puedo permitirte estar enojado conmigo...pero para conseguir una tregua antes debo asegurarme de que te aceptas a tí mismo...-bajó la mirada un instante, obediente dió unos pasos dándole la espalda.- Puede que parezca hasta estúpido...por que en cuanto aceptes a Abel tambien vas a ver otras cosas que no lograrías comprender en ese estado, inclusive tu desconfianza.

Comentó sereno pero con el eterno aire de melancolía plasmado en su rostro, le volvía de forma inscosciente a sus ojos con la simple presencia del demonio. Un excelente recordatorio de todos sus males, sin duda. Para su suerte sus últimas palabras en la plaza de no odiarlo y de la iminente persecusión por parte de Kain se había quedado en eso.

Abel...ahora Kaín...debo acostumbrarme a ese nombre...

Se tragó el orgullo ante aquellas palabras, pero para él si era importante que Abel se aceptara, sino no habría forma de avanzar con él. Claro que estaba discursión y se le antojaba hacérselo ver, pero tal vez más adelante.

Estaba sumiso o al menos lo intentaba, era el primer signo de su arrepentimiento pero cuando el demonio se enojó y lo encaró de aquel modo no pudo menos que quedarse perplejo.Frunció el ceño repentinamente y sus labios palidecieron, sentía impotencia. Claro que se preocupaba por el estado tanto de Abel como de Kain, de los dos, le dolía ser tratado como alguien lejano cuando lo que buscaba era acercarse más.

-¿Como que no soy nada en tu vida?...seguro que a ella no le negarías nada...-cuando se quiso dar cuenta simplemente lo había soltado, lo había dicho sin más. Su mirada se llenó de dolor y frustración, demasiados sentimientos chocando unos con otros, su razón de ser no daba a basto.

-No necesito conocerte...bueno, sí...¡necesito hacerlo!...-se corrigió a si mismo cuando recuperó la calma .-precisamente por que te conosco...soy el único después de tí que sabe lo que es ser un reencarnado...

Su primera acción fue voltear y apoyarse en la puerta dándole la espalda de nuevo. Tenía que tranquilizarse sino no lograría nada, estaba tan tenso que se notaba el cuerpo duro como una piedra y la presión lo estaba alterando. Tomó silencioso algunos de sus mechones y comenzó a acariciárselos desaciendo las puntas al llegar al final. Así permaneció silencioso unos segundos hasta que se atrevió a hablar de nuevo.

-Lo siento...no era mi intención molestar...-se encogió ligeramente algo apenado.-Caín siempre te escuchaba sin embargo ella siempre iba un paso por delante...donde yo frenaba ella insistía, donde yo tan solo buscaba contentarte ella avanzaba más y le hacía frente a tus temores...siempre insistía en todo más que yo, será por eso que ahora Caín parece otra persona...siquiera yo me entiendo.

Abrio los ojos de par en par y los movió algo nervioso hacia la sala de la adivina. Hundió los dedos en lo mechones que aún colgaban de su espalda y terminó por retirárselos completamente notando un escalofrío en su nuca. De pronto giró y enfocó los ojos del demonio con ese temple característico.

-Todo aquel tiempo...-le corrigió ante sus últimas palabras y lo observó silencioso unos segundos para luego sonreírle suave. Al parecer confesar sus sentimientos pasados habían logrado que se sintiera mucho mejor y el extra, era que atraía la atención del otro.

-En el fondo si tienes dudas, sería imposible que no las tuvieras aunque reniegues de Abel...-murmuró confuso y dió unos pasos a la tina. Se echó agua fresca en la cara y se la retiró luego despacio, él tambien necesitaba refrecarse las ideas. Se alejó a una toalla y se secó tranquilo, recuperando la tristeza en su rostro.-Pero ya todo acabó...puedes estar tranquilo yo tan solo busco tu perdón...no he reencarnado en vano y lo sabemos...Solo que para serte sincero no se muy bien como enmendar mis errores...je...con semejante mostruo en mi interior ni siquiera me atrevo a mirarte a la cara. Incluso si Caín está arrepentido es difícil...

Meditó aquella situación, odiaba su papel y tenía que estarse calmando constantemente por que su interior no paraba de gritar en silencio. Quería desaparecer, habían emociones que lo sobrepasaban tanto al vengativo Caín como al escurridizo Ezequiel.

Cuando el peliplata giró a verlo después de abrir la ventana los rayos de sol doraron su cabello con un ángel que lo miraba fijamente, disimulando perfectamente su curiosidad por los tatuajes de la cadera mientras las gotas de agua acariciaban la piel de Kaín. Ezequiel entrecerró su mirada sintiendo un gran alivio interno sumado al que ya tenía, sin embargo no sonrió. El aire de aquel lugar estaba viciado de humos extraños, los vapores se mezclaron con el incienso de la sala colindante y Ezequiel sacudió como pudo aquella molesta sensacion. Frunció el ceño y con la ventana abierta una sacudida de aire sacó el vapor que aún quedaba por allí dejando el aire más limpio, solo que al paso había despeinado graciosamente los cabellos húmedos del demonio.

-Discúlpame...lo siento de veras, el aire es el único elemento que manejo y a veces actúa por su cuenta según como me sienta...-sonrió apenado y se acercó despacio al otro. Para compensar aquel despiste retiró parte de los plateados cabellos, colocó la mano en el centro de su pecho e invocó parte de sus poderes curativos. Puesto que lo había visto con aquel extraño malestar intentó hacerlo sentirse mejor, solo que el efecto de las drogas no desaparecería.-La reencarnación que he estado esperando tanto tiempo...en tu anterior vida eras un gran estratega, reconocido y admirado por todos.

Al retirar su mano del pecho ajeno dió un paso atrás, los ojos avellana se alzaron al más alto, lo observó curioso y respondió a su pregunta en un tono bajo.

-Eras incalcanzable...la cuestión no es tanto por que no te lo dije...es mas bien...hum...¿me huviera servido de algo o me abrías ignorado para seguir con ella?.-Era algo que siempre se había planteado y por su necedad nunca preguntó, si hay algo que caracterizaba a Ezequiel era su seguridad en si mismo y en que todo lo podía, como hizo con sus sentimientos, guardárselos bien adentro.

Notó la tensión en el centro del pecho de Kaín mientras intentaba curarlo y como alejaba su mano de allí. Ezequiel hundió ligeramente el rostro sin dejar de mirarlo y sin mostrar expresión alguna en el mismo, aunque por dentro estaba desconcertado, le recodarba a si mismo y su poca devoción a que alguien se le acercara. El demonio no lo decía en su rostro, pero le bastó aquel gesto al ángel para dudar de lo que realmente podía lograr. Cerró su puño cerca del pecho y la mano libre agarró su propia muñeca, dejándolas reposar allí y encogió los hombros. Notó un calor extraño en su rostro cuando Kaín rompió aquella distancia límite, una especie de barrera invisible que Ezequiel siempre había interpuesto entre él y la gente.

"Y ahora no sabremos nunca la respuesta, si lo hubieras intentado lo sabrías."

Repentinamente se sintió mareado, dejando la cabeza gacha y un malestar en su estómago, un insoportable cosquilleo que no había sentido en su vida. Su primera acción fue huír, instintivamente dió paso hacia atrás tropezando torpe con una especie de trípode. Un fuerte estruendo, seguido de una hermosa porcelana rodando por el suelo y cuyos restos quedaron entre sus pies.

-Mmmh....-frunció el ceño y apenas logró respirar hondo para inclinarse y recogerla despacio.- Que torpe...tendré que reponerlo luego.

Sonrió de pronto mientras tomaba algunos restos y se alzaba observándolos detenidamente. Aquello estaba demasiado dividido. Observó al otro con expresión serena y sin perder esa peculiar sonrisa, aquella distracción lo había relajado aunque por dentro seguía de los nervios.

-Discúlpame Kaín, creo que me asustaste...vaya...jajaja...-con los restos entre sus manos se asomó ligeramente por la puerta y luego observó al otro de nuevo.-Debo buscar al encargado...si quieres mientras buscas tu camisa, podrías resfriarte de seguir así....vuelbo enseguida.

Ahora tenía otra disyuntiva, pero con sus buenos modales sabía que sería descortés preguntar por la parte de arriba, no tenía ni idea como había aparecido en aquella sala puesto que tan solo lo vió entrar.

Spoiler:

Un susurro, las palabras que nacieron de los labios de Kaín no pasaron desapercibidas para Ezequiel, la melena dorada se cubrió ligeramente un ligero ¿sonrosado?. Aquello era demasiado desconcertante incluso para el propio ángel, siempre había sido frío con los demás y ese tipo de acercamientos solo recordó que alguien más fuera capaz de provocarlo, pero a esas alturas era inexplicable.

Sus pasos ya estaban lejos cuando encontró al demonio encargado, la adivina tan solo aparecía muy de vez en cuando pero alguien aparte velaba por el cuidado de aquel templo. El demonio sonrió amable al ver preocupación en la mirada avellana y le negó pagar aquel jarrón, tomando aquellos trozos y llevándolo a la basura.

Ezequiel tan solo permaneción allí esperando por Kaín...en la entrada. Estaba claro que necesitaban hablar, quería saber un poco de su vida, lo normal cuando pareces estar conociendo a otra persona desde cero.

-Es todo tan extraño...-murmuró suave dirgiendo la vista al cielo casi nocturno de Hell.

Realmente quería ser perdonado, era algo que su alma necesitaba de verdad y no una mera ilusión pasajera, el caso era si podría ser capaz de conseguirlo. Tenía un claro reto frente a él que debía tomarse muy en serio si quería avanzar en algo con Kaín. Llevarse bien con él era el primer paso antes de lograr siquiera ser llamado amigo por el ajeno y lo sabía...estaba tan perdido en sus pensamientos que tardó un poco en percatarse de que el peliplata no se encontraba bien...

-Kaín¡¡...-corrió a socorrerlo, tomándolo de un brazo sin pedir permiso y apoyándolo sobre su hombro. Lo observó con clara preocupación en el rostro mientras la mano libre lo asiaba con fuerza de la cintura, quería servirle de apoyo.-Déjame ayudarte, necesito hacerlo...

Murmuró suave mientras el ajeno se reflejaba en sus pupilas, se sentía tan culpable por el daño causado que en sus ojos se podía leer aquella súplica silenciosa. Estaba claramente preocupado por el otro aunque resultara difícil de creer y tanto después de todo aquel odio receloso que había podrido casi en su totalidad el antiguo corazón del ángel. No sabía si contaba con alguien que pudiera cuidar del, pero se sentía responsable de todo el daño que le había causado y necesitaba una oportunidad a toda costa.

-Dejaré que me guíes...aprovéchate de mi ayuda, te sentirás mejor...-superior era la palabra en realidad, por que Ezequiel sentía que le debía total sumisión al demonio, pero no lo diría en voz alta. Aquello sería su último recurso para ser perdonado.

-Kaín...-murmuró suave.-no sería la primera vez que te veo así...-jadeó pesadamente.- al parecer mi antepasado tiene buena memoria.

Seguro que el demonio lo cogía al vuelo, no se refería si quiera a verlo con fiebre alta o borracho, sino mucho más allá. Habían sido buenos amigos en su momento, pero no lo suficiente confidentes puesto que Ezequiel en el pasado se había guardado lo más importante. En cambio Kaín/Abel siempre le había confiado muchas más cosas, lo había considerado su mejor amigo, practicamente inseparables hasta que apareció aquella mujer en sus vidas.

-Por ahi? entiendo.- murmuró siguiendo sus indicaciones y girando a la calle de la esquina. Pronto lo alzó un poco más, volbiendo acomodar su brazo sobre él y notando que Abel era mucho más pesado de lo que aparentaba a simple vista. Podía notar que era fuerte, parte de su anatomía bajo aquellos ropajes con la mano que lo tomaba de la cintura, lo que le robó un pequeño sonrosado. Una parte de Ezequiel estaba feliz por haberlo recuperado, sentir que volbía a tener la oportunidad de enmendar sus errores y poder ver a su antiguo camarada era realmente una recompensa. Solo sabía que debía aprovechar la oportunidad.

Off: perdon!!