Supersaturación.

Como cada noche desde no recordaba hace cuánto tiempo, estaba sentado en la barra de un centro nocturno con un trago medianamente barato calentándose en su mano. El sitio estaba abarrotado y si alguien hubiese intentado meter un tenedor más, se hubiese visto en serios problemas.
Meo no es que no se lo hubiera esperado, sino que... no, exactamente eso. No se lo había esperado.

Llegó al menos una hora temprano porque le apetecía un trago pero jamás hubiese imaginado que en menos de media hora el lugar estaría tan lleno y a esa hora, pasada la una de la madrugada, estaría saturado. Lo único que quería era terminarse el trago y si alguien volvía a darle un codazo en la espalda no dudaría en pegarle un revés con el vaso de vidrio en mano y en asegurarse de quebrarlo sobre sus ojos.

En el mejor de los casos se acabaría el último sorbo, arrojaría el vaso contra el primer muro visible para deshacerse de la evidencia y como cuando se sentía con suerte, se iría sin pagar un céntimo, siempre y cuando no hubiera inconvenientes.

Después de dejar que se fuera la mestiza con la que había estado entretenido, se decidió a ir a la barra a pedir algo... Un de porte de alto riesgo en ese momento, sí le preguntaban a él, porque, claro, exageraba siempre un poco todo.

Igual, no es como que le importara pisar algunos pies y empujar a uno que otro terrano, mestizo o lo que estuviera en su camino a irónica voz de "permiso, permiso, qué lindas bubis, permiso, permiso", sólo para terminar el recorrido medio empujando a otro de los tipos en la barra al tiempo que se sentaba por allí.

"Cuánta gente, sírveme un trago, querida" soltó despreocupado a una mesera que no lo vio con muy buenos ojos pero fue a hacer lo que pedía. Sì había molestado a alguien con su llegada, poco le importaba.

En cuanto sintió el empujón pensó, así, casualmente, rápidamente, que el pobre tonto que había tenido a bien llegar a empujarlo sin el menor recato se había ganado toda su atención y mientras sacaba su pistola del abrigo, porque por supuesto intentaron quitársela alguna vez pero ningún sensato anda por el mundo sin su pistola, alguna especie de alegría le embargó el alma porque no había pensado que sus ganas de reventarle el cráneo a alguien le fueran a ser resueltas en tan corto tiempo, ni siquiera había terminado de pensarlo.

Se le fue a la mierda cuando vio a quién estaba queriendo matar, o contra qué cara tenía tantas ganas de romper su vaso. El fulano con el que se había encontrado constantemente en las últimas semanas y con el que los gajes del oficio más de alguna vez lo habían obligado a convivir con él, a vivir con él. No le caía mal, pero sí que quería matarlo. Después de todo, se habían conocido en un casino, había intentado cobrarle una deuda que la mano que tenía en ese instante estaba a punto de saldar, una rara historia para contarle a los nietos, esa.

"Como siempre, es un placer verte, Badru."

Guardó de nuevo la pistola y volvió a su bebida, medianamente derrotado y dando un buen trago para calmar la rabia.

"Era de esperarse que del millón de gente que hay aquí, vinieras a empujarme justo a mí, justo tú, ¡cómo no lo vi venir!"

Lo miró por el rabillo del ojo. Curvó hacía arriba la comisura derecha de los labios en una sonrisa entre burlona y complacida.ç

"Hey, guapa"

Soltó una carcajada, era tan fácil hacer perder la paciencia a ese terrano. Y no.

Le pasó un brazo por los hombros y lo acercó en un extraño abrazo de lado, tomando, casi al mismo tiempo y con la otra mano, la bebida que acaban de llevarle.

"¿Por qué tan de buen humor?"

Al sentir el brazo ajeno sobre él, se tensó de tal modo que sintió algo lastimarse en su cuello, tan agudo que sólo consiguió tensarse más, con ningún otro pensamiento en la cabeza que una suerte de 'nometoquesnometoquesnometoques' que sólo pudo aguantar hasta cierto punto, amén de que le había aprendido ser un poco más paciente, y que terminó resolviendo con un empujón con la fuerza neta de su brazos para que, en palabras más mundanas dicho, lo soltara de una puñetera vez.

Es más, en su crisis, ni siquiera lo escuchó llamarlo 'guapa', hubiera sido motivo de otra senda grosería.

"Porque gente como tú puebla Terra y a mi me llena de regocijo, ¿qué no es obvio?", refunfuñó acomodándose el abrigo que el aparente afecto, que él entendía más como demostración de superioridad física (y que lo cabreaba de sobremanera), le había torcido. "... Porque ya sabes, si la mitad de estos terranos fueran como tú... la otra estaría tan molesta como yo y no me sentiría solo en mi miseria"